Giovana Noelia Peñaloza Newball, especialista en gerencia de proyectos, fue una de las afectadas
directas por el huracán, perdiendo por completo su casa, ubicada en Maracaibo, en el sector de La Montaña. No obstante, antes de arreglar su casa se dedicó a trabajar por la comunidad; primero, haciendo parte de la mesa de concertación y luego, vinculándose como ingeniera a Findeter, gracias a su experiencia de más de 20 años en asuntos ambientales en la isla. Para Giovana, haber hecho parte de las mesas de concertación, en donde se dieron ideas de diseño para la reconstrucción, fue una
oportunidad extraordinaria.
“Yo me presenté como voluntaria, las mesas fueron muy importantes, porque el hecho de que el Gobierno nos tuviera en cuenta para generar una estrategia de reconstrucción nos hizo sentir y ser parte de este proceso”, explica. Una de las decisiones principales de la mesa fue incluir un espacio seguro en los diseños porque, tal como lo explica Giovana, muchas de las familias sobrevivieron gracias a los baños hechos de mampostería, es por este motivo que las Viviendas Ajustadas al Lote (VAL) son las que más se ajustaron a la propuesta discutida.
Hacer parte de la reconstrucción significó un crecimiento profesional para Giovana, ya que su experiencia se multiplicó y los procesos relacionados con la reparación y construcción de viviendas la obligaron a buscar soluciones para y con la comunidad. “Aprendí mucho, di todos mis conocimientos sobre la isla, el verdadero aprendizaje para mí fue en campo. Estuve en varios roles, primero, en reparaciones; luego, en vivienda nueva y en supervisión de demoliciones, lo que involucró un proceso social previo y técnico. Había que hacerle frente al duelo que la gente tiene por las ruinas en la predemolición.
La parte técnica inicial fue difícil, pero dio un resultado satisfactorio”, explica. Parte del duelo lo expresa con su caso personal, ya que su casa fue construida paso a paso durante veinte años, y verla reducida a escombros en una sola noche fue un impacto difícil de superar.
Después del huracán, sus hijas fueron enviadas a San Andrés, mientras ella y su esposo, que es pescador, se dedicaron a limpiar, a clasificar los escombros y a organizar, con la incertidumbre de lo que venía, pero con la convicción de que era posible volver a comenzar.
“A los 15 días llegó un amigo y se quedó 10 días con nosotros para ayudarnos a organizar la casa, lo que más se necesitaba era ese apoyo moral. Más que las cosas materiales, la ayuda física y la energía que brindaban los que llegaban eran el combustible para continuar, por eso le doy gracias a los bomberos de Bogotá, que apoyaron mucho a la comunidad, y a EPM y a la empresa de energía de Cali, que ayudaron a recuperar la energía de las redes principales”, indica. El trabajo que se realizó hace parte de su historia de vida.
“Hicimos una maestría y un doctorado en reconstrucción de islas, fue una experiencia extraordinaria, teniendo tantos factores por todos los frentes de trabajo. Estoy segura de que ahora seremos llamados desde cualquier parte del mundo para entregar nuestro conocimiento en reconstrucción en lugares insulares, y esto nos abrirá muchas puertas”, concluye.
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