Lus Marina Gutierrez pasó el huracán al lado de su esposo, Álvaro, en su casa ubicada en Agua Mansa, solamente porque, tal como le dijo él en su momento: “si vamos a morir, morimos juntos en nuestra casa”.
Luz Marina asegura que nunca había recibido nada de ningún Gobierno en su vida, pero que con el Presidente Iván Duque esto cambió, por primera vez se siente escuchada, siente que sus apellidos, Gutiérrez Herrera, no están siendo rechazados.
“Mi abuelo era de Boyacá, llegó a la isla a trabajar como juez haciendo su rural, ahí conoció a mi abuelita, Ruth Newball, se casó y tuvo tres hijos, mi mamá, y dos tíos; de los tres, solo sigue vivo mi tío, de 85 años, a quien yo cuido. A veces siento que las personas me rechazan porque mis apellidos no son de acá, pero yo nací en Providencia y he vivido toda la vida aquí. Mi papá trabajaba en la Policía y era de Bogotá, él siempre veía a mi mamá, Aurora, ir al centro a caballo, hasta que la conquistó; cuando mi mamá quedó embarazada, mi papá se enfermó y se fue lejos, así que ella fue mi padre y mi madre”, explica.
Ella fue una de las beneficiarias de reparación de vivienda en Agua Mansa. Su casa, fucsia con blanco, fue una de las primeras en ser entregadas, ya que tanto ella como su esposo son adultos mayores que sufren de diabetes e hipertensión.
La noche del 15 de noviembre de 2020, Luz Marina se refugió con Álvaro en el baño, en dónde se sentó sobre una silla, mientras él sostenía con su espalda la puerta, que era azotada por la fuerza del viento y el agua.
“Hubo un momento en el que me sentí morir, me dieron palpitaciones, pero había empacado las medicinas en una bolsa y tenía una botella de agua, así que en medio de la lluvia me tomé un Losartán de 100 mg, mientras le decía a mi esposo que sentía que no iba a lograr vivir hasta al día siguiente, le dije que les dijera a mis hijos que los amaba”, cuenta Luz Marina, con angustia.
Mientras tanto, Álvaro la animaba, le decía que tuviera fe en Dios, y que orara. Después de una noche eterna, al día siguiente, cuando lograron salir de la vivienda, por la puerta de atrás (la del frente estaba bloqueada por árboles caídos), Álvaro rescató la moto de debajo de los escombros y manejaron hasta Casa Baja. Luz Marina gritaba, pidiendo ayuda, hasta que llegaron a donde los Taylor, en ese momento, Franklin y Adelina, su esposa, los llamaron para que se refugiaran con ellos. En su casa ya había otras 13 personas, pero eso no importó.
“Yo me la pasaba llorando después del huracán, estaba muy nerviosa, tenía ganas de vomitar todo el tiempo, y por ser diabética no podía comer cualquier cosa, mis piernas me temblaban. Con la llegada del avión del Presidente sentí que la pesadez salió de mi cuerpo, y di gracias a Dios por todos los que estábamos con vida. Sentí un alivio muy grande”, cuenta, con un nudo en la garganta.
Antes de la reparación de su vivienda, Luz Marina pasó 20 días en Casa Baja, con los nervios alterados. Todos los días que estuvo allí la visitaron trabajadores de la Cruz Roja y la Defensa Civil que hablaban con ella para calmarla.
Cuando por fin volvió en sí, averiguó por la reparación de su vivienda y, por su condición de adulta mayor enferma, su arreglo fue priorizado en la zona.
“Doy gracias a Dios, al Presidente Iván Duque, a todos los colaboradores de Findeter y a quienes han estado involucrados en este proceso. Mi mamá siempre me enseñó a ser agradecida y con mi casa, ahora en perfectas condiciones, no puedo evitar repetir: ¡Gracias!"
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