Mientras arreglaban su casa contó que: “los trabajadores me pedían que les diera por lo menos el cucayo, pero yo no me atrevía, les daba un plato de comida completo porque a mí un plato no me va a volver ni más rica ni más pobre, por eso Dios siempre me abre el camino”.
La reconstrucción significó una oportunidad para Shave, ya que logró obtener un contrato para cocinar 66 almuerzos, número perfecto para ella, pues “a más personas no hubiera podido, porque se pierde el sabor”; esas comidas antes eran realizadas por otra persona, pero solo les cocinaba lentejas con arroz todos los días.
“Gracias a Dios, en el tiempo en el que yo cociné para ellos no hubo ninguna queja, estuvieron felices con su desayuno, almuerzo y cena variados, algo diferente, a veces salchipapa, a veces hamburguesa”, explica. La sazón que tiene su comida refleja sus sentimientos, “uno tiene que tratar a la gente bien, porque son trabajadores, son humanos.
Los que hicieron mi casa son buenos, hicieron un buen trabajo y yo los traté como reyes, les di desayuno y merienda”, dice, contenta de poder devolver en comida el trabajo que realizaban, desde la mañana, los obreros que construyeron su casa y la de sus vecinos. Los trató tan bien que no querían salir de su patio, todos participaron en una despedida que ella misma les organizó.
A pesar de tener problemas de espalda y riñón, mientras se realizó la reconstrucción Shave se dedicó a trabajar, porque debía pagar un préstamo adquirido con el banco antes del huracán, “había arreglado mi casa y todo se lo llevó el Iota, ahora solo queda trabajar”. Ella pasa sus días en casa ya que, aunque le gustaba mucho jugar sóftbol, no puede hacerlo por sus dolores, pues sufre de una hernia discal.
“Yo era bailarina en el grupo de ballet de Providencia, alcancé a recorrer Bogotá, Cali y Medellín bailando, en ese momento ya era madre de dos hijas, ya no bailo porque me duele mucho la espalda”, dice con tristeza. El huracán le dejó como enseñanza que la plata no es todo, por eso ella seguirá sonriendo y cocinando para los demás, porque no olvida que aquello que das se devuelve.
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