El huracán Iota arrasó todo tipo de cosas, pero a Karel Robinson no solo se le llevó la casa, sino que perdió a su marido. Casi al mes de haber pasado el Iota, su esposo le dijo que se iba a Cartagena por tres días, dejándola sola con sus tres hijos de 13, 9 y 2 años. Sin embargo, nunca volvió.
“Varias veces al despertar estoy que tiro la toalla, pero saco las fuerzas para levantarme al mirar a mis hijos, por ellos lo puedo y lo doy todo”, asegura Karel, demostrando su verraquera.
Tras el huracán, sin marido ni trabajo, ni casa (solo quedó un bolso con los pañales del bebé y los documentos de identidad), Karel buscó un sustento para volver a empezar.
Fue así como, en diciembre de 2020, encontró un horno tirado, que había volado por la fuerza del viento del huracán, lo acomodó debajo de la placa que quedó de su casa y comenzó a hacer y vender tortas para ganarse la vida.
"El abandono de mi esposo fue cuando más lo necesitaba, pero hoy soy más fuerte y ya eso no me importa”, dice Karel orgullosa.
Al principio, las tortas que hacía debía guardarlas en un albergue en donde se quedaba, además debía tener cuidado con todos los elementos, ya que cada vez que llovía, el lugar en donde estaba ubicado el horno se inundaba. Luego pasó a vivir con sus hijos en una carpa.
“El proceso no ha sido fácil con los niños, en la carpa no estábamos cómodos, teníamos que dejarla después del amanecer porque el fogaje del calor era muy fuerte”, cuenta Karel. No obstante, esto cambió en octubre de 2021 cuando recibió su casa nueva; además, con lo ahorrado con la venta de las tortas está haciendo su propio local para venderlas, junto con jugos naturales y sánduches.
“Si me toca pegar bloque con el señor que está abajo ayudándome a hacer mi negocio lo hago, siento que nada me queda grande”, dice con seguridad.
Karel despierta a las 5:30 a. m. todos los días de la semana a alistar a los niños para ir al colegio; hace el desayuno y los lleva en la moto hasta el Colegio Junín a las 7:00 a. m.; luego, deja a David, su bebé, en Bienestar Familiar; después, compra lo que necesita para su negocio y para el almuerzo. En la tarde llegan los niños, almuerzan, hacen la siesta y salen, nuevamente, a hacer deporte: su hija Khris practica beisbol, mientras su hijo Frank se dedica al sóftbol. Tras el abandono de su padre, ellos asisten a citas con el psicólogo en Bienestar Familiar.
“Lo único que quiero es tener mi negocio para saber que voy a tener esa entrada económica, el huracán también me dejó una deuda con el banco”, explica; no obstante, no olvida dar las gracias a Dios por su nueva casa y porque le ha dado la fortaleza para continuar luchando por sus hijos y por ella misma.
“Gracias a Dios por mantenerme en pie y con fuerzas, gracias al Presidente Iván Duque y a todos los funcionarios de Findeter que me han ayudado. ¡Ya estoy disfrutando de mi casa!”, concluye con alegría.
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