HISTORIAS DE PROVIDENCIA

De Providencia me llevo los amigos

03 de Agosto de 2022

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Orlando Villanueva es maestro de obra de Conyca, uno de los contratistas que trabajaron en la reconstrucción de las viviendas de Providencia y Santa Catalina. Para él, la experiencia de trabajar en las islas fue extraordinaria, lo llenó de conocimiento, orgullo y aprendizaje.

 

Económicamente uno no tiene ese destino disponible porque es costoso llegar hasta allá, nunca estuvo en mis planes visitar la isla, pero ahora que la conozco, me encanta”, dice. Él tuvo que asumir algunos de los retos más grandes que tuvieron los contratistas en la isla: la logística de la llegada de materiales, el retraso en el transporte y la descarga de estos, lo que hizo que los trabajadores tuvieran que usar su ingenio e innovar en la obra para no retrasarse en la construcción de las casas.

 

Fue acogido por una familia de suroeste
Orlando fue acogido por una familia de Suroeste

"Aunque el tema de material fue duro, conté con buena suerte en el sentido de que nos organizábamos con lo que había y trabajábamos en bloques, para que no se parara la obra mientras llegaba el resto”, explica.

 

Para acelerar las obras, al inicio, Orlando y sus compañeros trabajaban de domingo a domingo, hasta en horarios extendidos, pero “una vez cogimos ritmo y se fue amoldando el trabajo comenzamos a descansar el último día de la semana; no obstante, cuando ameritaba, trabajábamos también los domingos hasta medio día”, cuenta, rememorando sus días en la isla, cuyos descansos a veces estaban enmarcados por sancochos, asados y música llanera, porque a pesar de que él es de Caquetá, ha vivido durante siete años en Arauca.

 

Con más de 14 años de experiencia en obra gris, cuenta que en Providencia aprendió sobre el manejo de la madera, ya que es uno de los materiales que los raizales emplean con más profesionalismo. Por ello, afirma que: “en madera aprendí muchísimo, porque en la isla tienen diferentes diseños, estilos de trabajo y herramientas. Siento que adquirí conocimiento directamente de la comunidad, porque ellos mismos le enseñan a uno, ¡claro!, si uno está abierto a aprender”.

 

Aprendió tanto, que le hubiera encantado experimentar un poco más con los diseños de las cubiertas. Para Orlando, la relación con la gente fue esencial en su trabajo y estadía en el Archipiélago, después de trabajar en la reparación de 4 viviendas, conoció a una familia local en el sector de Suroeste que lo adoptó.

 

Llegaba a Suroeste y me recibían como en familia, me tenían hasta habitación con televisor, comida, etc. Por eso, de Providencia me llevo los buenos amigos; la familia que me acogió me dice que no la olvide, uno trata de dejar las puertas abiertas en todo lado. He creado un vínculo irrompible con ellos”, sostiene.

 

Gracias a esos vínculos familiares, creados por fuerza de la costumbre, Orlando salió de la isla únicamente durante 15 días en un año de trabajo. “Siempre se extraña a la hija y hace falta la familia, pero trabajo es trabajo y debo ser agradecido de tenerlo, porque así tenía cómo enviarle plata a los que se quedaron en Arauca”, concluye.