Con 102 años, Estella Gallardo es la persona más longeva en la isla de Providencia y, tal vez, del Archipiélago. Si bien nació hace más de un siglo en San Andrés, son pocos los recuerdos que tiene de su tierra natal, de lo que se acuerda con claridad es que ha tenido que resistir en esta región los embates de cinco huracanes a lo largo de su vida y ninguno como el Iota, en noviembre de 2020.
Si bien Estella asegura que la mayoría de su vida transcurrió con relativa tranquilidad, es enfática al señalar que el paso del Iota fue el momento más angustiante de su vida, pues con más de 100 años tuvo que presenciar la destrucción completa de su casa, en la que crecieron sus hijos, y de la isla, que la acogió como una providenciana más.
“Los fuertes vientos desprendieron en un abrir y cerrar de ojos el techo y tumbaron las paredes de mi casa. Todo desapareció en segundos. Menos mal mi hija estaba conmigo y logró ponerme a salvo en el baño, que fue el único lugar que logró mantener sus muros en pie. No obstante, tuvimos que pasar toda la madrugada cubriéndonos de la lluvia con plástico”, recuerda con visible miedo en su rostro.
Una vez la calma volvió a isla, Estella fue llevada a San Andrés para refugiarse en casa de otros familiares, mientras se daba marcha al plan de reconstrucción del Archipiélago. En el proceso de traslado a su tierra natal, escuchó sobre la magnitud del desastre y no pudo evitar preocuparse por saber qué había pasado con sus vecinos, amigos y conocidos.
Mientras se recuperaba del impacto que le provocó este fenómeno natural y se enteraba de la suerte de sus coterráneos, el Gobierno Nacional, en cabeza de Findeter, se encargaba de acelerar la construcción de un hogar seguro para Estella y su familia, con materiales que garantizaran la estabilidad de los cimientos de la nueva casa.
Pocos meses después, Estella volvió a Providencia y pudo apreciar su nuevo hogar y cómo su isla se había levantado de las cenizas y se había convertido en un lugar lleno de luz y esperanza, gracias a la solidaridad de los isleños y del país en general, que se unió a esta causa al sentirla como propia, a pesar de haberse presentado a 720 km de la zona continental.
“Ahora mi casa es mi lugar favorito en toda la isla. Gracias a Dios y al Gobierno Nacional que nos entregó una casa grande y muy bonita. Tenemos tres cuartos, una sala grande para toda la familia, una cocina y un baño, además de un balcón", dice emocionada.
Aunque actualmente la infraestructura es mucho más moderna, Estella dice que a su regreso a la isla tras el paso del Iota fue inevitable recordar la primera vez que llegó a Providencia y pudo contemplar un escenario espectacular en el que se apreciaba, en su máximo esplendor, los tesoros del mar de los siete colores, los caminos empedrados, las carreteras sin pavimentar y las casas alumbradas con lámparas de aceite, entre otros paisajes.
Gracias al proceso de reconstrucción que dio en la isla, Estella asegura que niños, jóvenes y familias volverán a realizar todas las actividades propias de allí, como ir a la iglesia, a las peleas de gallos, a compartir una buena comida y unos buenos tragos, como lo hizo ella en su juventud.
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