El 15 de noviembre de 2020, las calles de Providencia se llenaron con la voz del perifoneo que les pedía a todos que se prepararan para el paso del huracán Iota; los avisos a la comunidad, que también se hicieron en redes sociales, advertían a los isleños que debían tener a mano suministros de emergencia y una maleta con lo básico por si era necesario trasladarse a un refugio.
El Iota era esperado como un huracán categoría 1, pero tal como lo explicó el Ideam en su momento, se convirtió en categoría 5 en un tiempo récord. En el monitoreo se mostró un cambio muy rápido en la categoría, a las siete de la noche estaba en una categoría 2, a la una de la madrugada pasó a categoría 3, a la 1:40 de la madrugada ya era 4, esto fue una evolución histórica.
Los habitantes de la isla pensaban que Iota iba a ser como el huracán Beta, de categoría 1, que pasó por Providencia el 29 de octubre de 2005 y dejó 40 % de las viviendas afectadas, debilitando muchas de las estructuras de las casas. Además, días antes del Iota, el dos de noviembre de 2020, Providencia y Santa Catalina recibieron el coletazo del huracán Eta. Se esperaba que este pasara como tormenta tropical, pero creció exponencialmente y sus vientos golpearon a las islas siendo un huracán categoría 4, lo que llevó a declarar calamidad pública, ya que dejó 8.000 damnificados entre San Andrés, Providencia y Santa Catalina, esto también afecto las estructuras de las viviendas.
Durante el Iota, la mayoría de las personas se refugiaron en los baños porque era el único lugar con paredes y techo de cemento, lo que los hace zonas más seguras.
A los dos días después del paso del huracán las ayudas del Gobierno comenzaron a llegar, después de más de 20 horas de estar incomunicados, y solo cuando lograron despejar el aeropuerto El Embrujo.
Los primeros en llegar fueron las Fuerzas Militares: el personal del Ejército montó la Operación Renacer, que consistía en la recuperación de Providencia y Santa Catalina, y en la que el Comando de Ingenieros Militares desplegó sus capacidades propias de supervivencia y movilidad en la isla, realizando tareas coordinadas en atención prehospitalaria, remoción de escombros, búsqueda, rescate de víctimas y trabajos generales de ingeniería, despejando el aeropuerto y las vías de comunicación para una mejor respuesta de las demás entidades comprometidas en la atención.
Después del huracán, la atención médica de la isla se vio disminuida debido a un brote de COVID-19; muchos heridos y población prioritaria (niños y adultos mayores) debieron ser enviados a San Andrés. La Fuerza Aérea Colombiana dispuso aviones para realizar el desalojo de la isla. Una de las grandes pérdidas fue el Hospital Local de Providencia, que había sido inaugurado meses atrás; por este motivo, el Ministerio de Salud y Protección Social levantó un hospital de campaña, a la semana del siniestro.
Según los resultados del Registro Único de Damnificado (RUD) realizado desde el primer día por la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo y Desastre (UNGRD) junto con la alcaldía de Providencia, en la isla estuvieron presentes 1.889 familias en el paso del huracán y se censaron 4.525 personas.
El Gobierno Nacional, a través del Decreto 1472, del 18 de noviembre de 2020, declaró la existencia de una situación de desastre en el departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y sus cayos. Este decreto permitió al Gobierno acelerar las contrataciones e iniciar de forma expedita la reconstrucción de las islas.
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